Cuba y Venezuela, dos tiranías hermanas

Como soy cubana, nunca he podido votar para elegir presidente en mi país, protestar mientras viví en Cuba era impensable y hubo épocas en que tenía miedo hasta de pensar. El domingo, cuando me estaba pintando la bandera venezolana en mi mejilla y me vestía con sus colores, no podia controlar los latidos de mi corazón. ¡En Cuba no pude, pero aquí sí! Acompañar a los venezolanos en las tantas manifestaciónes que se han hecho en Miami, me ayuda a perdonarme un poco por no haber hecho nada en Cuba y me conecta con esa realidad nueva de sentirme una mujer libre.

-¿Para qué te tomas tan a pecho lo de Venezuela, no eres tú cubana?- me preguntó mi vecina.

-Porque soy cubana- le contesté- no quiero que ni una abuela más sea privada de ver crecer a su nieto porque tuvo que emigrar. No más muchachas jóvenes casándose sin amor con “un extranjero”, para poder salir de su pais. No quiero para Venezuela la tortura diaria de las colas para comprar el pan, los huevos, la leche. No quiero que le inoculen a sus hijos el odio por los americanos y lo más perverso: el odio de unos contra otros que tanto alimentan estas dictaduras.

Fui a la marcha con un enorme cartel, pidiendo la libertad para Leopoldo López. ¡Qué orgullo sentía cada vez que divisaba entre la multitud una bandera cubana ondeando entre tantas banderas venezolanas. Allí estaba mi gente, los buenos cubanos de Miami, que llevan viviendo más años en Estados Unidos que en Cuba, que llegaron, trabajaron duro, triunfaron… y no se olvidan de sus hermanos cubanos ni ahora de los venezolanos.

¿Qué hace un soldado cubano en Venezuela reprimiendo a un pueblo hermano, cuando sabe, por experiencia propia, lo que es vivir sin libertad? Con todos los grandes problemas que tenía Cuba antes al triunfo de Castro, su gente prácticamente no emigraba. Para que una madre exponga a su hijo a morir en un mar lleno de tiburones, y un esposo permita que su mujer embarazada se arriesgue en una lancha de recámara de camión, tiene que ser un pueblo llevado hasta el límite. Ya no importa ni la vida.

Una estudiante caraqueña, me dijo temblando de rabia: _Gran parte de la culpa de lo que estamos pasando en Venezuela, la tienen ustedes los cubanos, que se han sometido durante 56 años y ahora nos están exportando su dictadura._ ¿Sabes como le dicen a mi país? Cubazuela.

Una niña de no más de 12 años fue a la marcha con una pancarta que ella misma rotuló: “MI ABUELA ES CHAVISTA Y YO ESTOY AQUÍ PARA APOYARLA”. Mi abuela murió en Miami, en su última día en Cuba, yo no sé cuantas veces me repitió: – No llores, mi niña, nos vamos a ver pronto.

La lealtad de esta venezolanita por su abuela me enterneció. Me abrí paso hasta ella. _Yo estoy aquí pidiendo libertad para un hombre bueno, que el gobierno que tu abuela apoya, encarceló. Y si las dos podemos protestar, tú apoyando a tu abuela chavista y yo recordando a mi abuela “gusana”, es porque estamos en la vilipendiada Miami, en un país que no es perfecto, pero donde puedes ser tú mismo.

Durante mi infancia y adolescencia, antes de salir de casa me alertaban, que viera lo que viera, no abriera mi boca. Contadas veces pudimos hablar por teléfono y en las cartas que nos escríbiamos había que ser muy “light”, ninguna se escapa al departamento que se ocupa en Cuba de revisar toda la correspondencia “del enemigo”. Se busca urgente un lugar seguro donde estas dos abuelas puedan dialogar.


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